Yo antes era una chica fuerte, de estas que viven
su vida, que la disfrutan a cada momento y no pierden el tiempo en cosas
banales. Yo antes era feliz y pensaba que mi vida no podía ser mejor, me sentía
llena y realizada. Entonces apareciste tú. Rompiste todos mis esquemas. Ya no
tenía sentido pasarme horas escuchando música porque cada canción me recordaba
a ti. Mis amigos ya no eran capaces de llenar por entero mi vida, sentía que me
faltaba algo.
Entraste en mi vida y esta pareció tomar otro
rumbo. Con solo ver un atisbo de tu sonrisa, yo era feliz. Estar enamorada, amar, sentir mariposas en el estómago ya no eran
simples palabras de mi vocabulario, gracias a ti conocí su verdadero
significado. Pero con ellas conocí también los
celos, ese miedo estúpido e inexplicable a perderte, a no poder hacerte
feliz, a que apareciese otra persona que destrozase todo lo que construíamos
día a día entre besos y caricias.
Y ahora, aquí me encuentro, sentada en el mismo
banco en el que nos presentaron, el mismo banco en el que nos besamos por
primera vez, el mismo banco en el que grabamos nuestras iniciales ... Veo las
hojas caer ante la llegada del otoño y me siento como ellas: frágil. La misma
chica independiente que hacía lo que quería ahora espera el visto bueno de su
novio; la misma que criticaba los celos tachándolos de miedos absurdos, ahora
le dice a su novio con quien puede hablar y con quien no.
¿En qué me has convertido? ¿Es esto el amor?