Soy un baúl de sueños por cumplir, una chica que se pasa más tiempo en la Luna que en La Tierra.

domingo, 7 de diciembre de 2014

Marina

Marina siempre recordaría las tardes que pasaba jugando con papá en el parque, el día que le enseñó a montar en bici, el día en el que le regaló su primera mascota...
Marina también recordaría siempre como mamá la obligaba a dormirse todos los días a las 9 de la noche aunque se quedase despierta hasta las diez, esperando. Esperaba a que papá llegase de trabajar y abriese lentamente la puerta, entrase en su cuarto y le diese el beso de buenas noches que tanto necesitaba para poder conciliar el sueño.
Marina nunca olvidaría como, poco a poco, la hora de llegada de papá, se fue retrasando hasta que llegó un día en el que era incapaz de mantener los ojos abiertos hasta que escuchase la llave introduciéndose en la cerradura.
Tampoco sería capaz de borrar de su mente el cambio que sufrió papá a partir de aquel momento.
Poco a poco, el alcohol se convirtió en su colonia y el llanto de mamá en una incansable melodía nocturna...
Al principio papá simplemente llegaba tarde a casa y se acostaba. Pero pronto comenzó a liberar todo su odio contra mamá, gritándole y dedicándole todo tipo de insultos.
Marina aprendió a dormir con la cabeza bajo la almohada, luego con un poquito de música que cada noche tenía que ir subiendo de volumen.
Una mañana, cuando su papá ya se había ido a trabajar, le preguntó a su mamá por él.
-Mamá, ¿por qué papá ya no me quiere?
-¿Por qué dices eso?, papá te sigue queriendo como siempre
-Entonces, ¿por qué ya no viene a darme un beso de buenas noches? ¿Es por haber empujado a Sara al barro?
-No Marina, simplemente... son momentos difíciles y tu padre llega cansado de trabajar porque tiene un montón de cosas en la cabeza. Venga, bebete la leche que ya es tarde.
La pequeña hizo caso a su madre aunque no estaba muy convencida de la explicación que le acababa de dar. Tenía ocho años pero, aún así, sabía que algo raro pasaba.
Todos los días mamá la despertaba para ir a clase, sin embargo, una mañana ella no acudió y Marina se despertó por el ruido de la tele y la claridad que entraba por su persiana rota. Fue al baño y allí estaba, en un rincón del baño, llorando. La noche anterior, la música no había logrado que conciliase el sueño ni que no escuchase como papá le echaba en cara a mamá que ésta hubiese engordado, que las deudas comenzase a ahogarles y que estuviesen a punto de echarle del trabajo. Aquella noche, la pequeña cantó en voz muy bajita para no tener que oír nada más.
Y esa mañana, mamá estaba distinta. Temblaba, las lágrimas surcaban sus mejillas, tenía el pelo alborotado y una sombra morada adornaba su ojo derecho. Marina se quedó frente a ella, callada, observando, sin saber que decir, sin acabar de comprender muy bien la situación.
Mamá se levantó y le sonrío mientras se secaba las lágrimas.
-Venga cariño, ¡hoy tenemos que ir al dentista!
Marina asintió sin decir ni una palabra y se dirigió a la cocina.
Por la noche estaba ansiosa, esperando la llegada de papá para enseñarle lo que le había puesto el dentista. No le importó que mamá ya se hubiese ido a dormir, ni que fuese más de media noche. Solo sintió un poco de tristeza cuando su rotulador favorito se gastó por completo. Entonces decidió que ya había hecho suficientes dibujos por esa noche y se echó en la cama para imaginar que tenía unas enormes y bonitas alas que le permitían volar. Con ellas podía viajar por todo el mundo, conociendo un montón de lugares y haciendo  amigos de distintas razas. Las alas también le daban el superpoder de hablar con los animales.
Sumida en estos pensamientos se quedó dormida con la luz encendida.
No escuchó llegar a papá. Tampoco escuchó como se chocaba contra el mueble de la entrada y le profería una serie de palabras mal sonantes.
En cambio, si escuchó cuando papá iirrumpió en su habitación y la levantó de la cama cogiéndola por el cuello de su pijama de Minnie y preguntándole a gritos por qué tenía la luz encendida mientras la ponía contra la pared.
Marina no entendía nada. Solo lloraba y agarraba con sus pequeñas manos los fuertes brazos de su padre mientras giraba la cabeza para no oler su aliento que le recordaba a los productos de limpieza de su madre. Sus pies desnudos pataleaban intentando llegar al suelo pero como no lo conseguía, su angustia crecía por momentos. No entendía nada, ella solo quería enseñarle su nuevo aparato.
Mamá llegó corriendo e intentó empujar a papá pero sólo consiguió un empujó por parte de él. Le gritó que soltase a su hija, que iba a llamar a la policía si no lo hacía. Nada parecía afectar a papá que había empezado a zarandear a Marina mientras le seguía gritando y le echaba la culpa de todos sus problemas económicos. Arrastraba la lengua al hablar y cada vez estaba más furioso. Entonces mamá le llamó cobarde y fracasado. Eso pareció hacerle reaccionar. Dejó de zarandear a su hija y giró la cabeza hacia su mujer. En sus ojos sólo se podía ver desprecio. Le pidió que repitiera lo que acababa de decir y mamá lo hizo. Entonces una ira se apoderó de papá como nunca antes lo había hecho. Soltó a su hija sin ningún cuidado mientras se abalanzaba sobre mamá.
Sus pies por fin consiguieron tocar el suelo al mismo tiempo que sus rodillas se flexionaban.Su nuca chocó contra el borde de la mesita de noche y quedó tendida en el suelo. No intentó moverse, tampoco podía. No intento gritar ni pedir auxilio. Sus ojos estaban fijos en su padre.
Marina siempre recordaría ese momento en el que mamá dejó de gritar, ese momento en el que dejó de llorar y en el que ya no intentaba taparse con los brazos.
La pequeña siempre recordaría como su padre gritaba sobre el cuerpo inmóvil de su madre mientras seguía propinándole puñetazos. Ella no vio que mamá hacía tiempo que había perdido el conocimiento y, poco a poco, su vista se fue nublando hasta que todo se volvió oscuro.

No sabría decir cuantos días pasaron o si fueron semanas pero, finalmente Marina despertó. Miró a su alrededor y descubrió que estaba en una habitación blanca, con un gran ramo de flores sobre la mesilla. Papá se iba a pasar un tiempo encerrado. Mamá no volvería a darle un beso de buenas noches nunca mas.