Soy un baúl de sueños por cumplir, una chica que se pasa más tiempo en la Luna que en La Tierra.

miércoles, 11 de abril de 2012

El Empirio.

Estáis apunto de leer el primer capítulo de una historia que empecé a escribir hace dos años y vais a  ser los primeros en leerla. Nunca he estado segura de poder terminarla, ni siquiera de si es una buena historia que fuese a gustar a alguien. Pero es hora de cambios. Si os gusta, me pondré el reto de terminar este intento de libro... Así que aquí os dejo la historia:

La Huida


Dalia corría por el bosque de Kenka. Su objetivo era llegar a la piedra mágica y poder, salir del Empirio antes de que sus perseguidores la alcanzasen y la obligasen a ser la soberana de un mundo, en el que reinar significaría perder a su hijo que estaba a punto de nacer. Un fuerte dolor en el vientre, que se incrementaba por momentos, le hacía temer por la vida del  bebe.

-No voy a llegar,- se repetía por momentos- la piedra está demasiado lejos y los vasallos de Lenco cada vez más cerca.

Durante la carrera, vio unos matorrales entre los que se podría esconder y así, despistarlos. Mientras esperaba, pensaba en cómo había llegado a esa situación.
Hacía unos meses que su padre, el rey del Empirio, el mundo donde vivía, había muerto. Había sido un gran mazazo para Dalia ya que él era la única familia que le quedaba. Su madre había muerto unos minutos antes de que ella naciese y la habían tenido que sacar de su cuerpo inerte  por  cesárea. El cargo de rey, por desgracia, ocupaba mucho tiempo y mas sin una reina, a pesar de ello a la princesita no le faltó la presencia de la figura paterna, el cual la llevaba a todas partes.
En su adolescencia conoció al hijo de uno de los empleados de palacio, Záris. Él estudió medicina para alcanzar el prestigio social que necesitaba y casarse con ella. Su sociedad era muy estamental y nunca hubiesen permitido que un empleado se casase con un miembro de la nobleza. Tras cuatro años de noviazgo, con alegrías y difíciles momentos, se casaron. Un mes más tarde, Dalia esperaba un bebe. Záris nunca llegó a saberlo, pues un día desapareció sin dejar rastro.

Un ruido sacó a Dalia de sus ensoñaciones  así que comenzó de nuevo a correr. El aullido de los lobos al salir de cacería retumbó por todo el bosque. Cada vez se le complicaban más las cosas. La luna llena ya estaba en lo alto del cielo lo que le facilitaba la carrera. Ya no se oían apenas ruidos, tan solo el suave sonido de los búhos y de los grillos. Para su suerte encontró, en una parte de un claro del bosque, un tronco de roble hueco y lo suficientemente grande para que entrase echada. Cada vez faltaba menos para  llegar a la piedra. Estaba tan nerviosa y angustiada que esa sensación se transmitió al bebe el cual empezó a moverse, inquieto, en el vientre de su madre. Intentó serenarse, no era bueno para su hijo pero, ¿Quién no iba a estar en ese estado en aquella situación?

Un crujir de ramas. Algo se acercaba. Dalia contuvo la respiración. Un gruñido seguido de un aullido. Un lobo. Después apareció otro, y otro más. La manada había encontrado su olor aunque aún no estaban seguros de cuál era su posición.
Al mismo tiempo, unas voces llegaron hasta el claro, seguidas, inmediatamente, por unas pisadas y unas sombras. Sus perseguidores acababan de hacer entrada. Los lobos se quedaron mirando, listos para saltar, mientras que los hombres sacaron unas bolsitas que contenían especias. Los lobos agacharon las orejas y metieron el rabo entre las piernas. Les habían reconocido, eran magos y no había nada que hacer. Dieron media vuelta y se fueron  gruñendo sabiendo que una presa se encontraba dentro del tronco del árbol.
Los hombres miraron a su alrededor. Se notaba cuando los lobos encontraban un rastro. La chica no andaría lejos. Pasearon su mirada entre los árboles que formaban el círculo intentando ver a través de ellos. Al cabo de unos minutos se decantaron por seguir buscando por la derecha del claro, así que se adentraron en el bosque.

Entre tanto, Dalia ya había recuperado unas pocas de fuerzas:

-No te preocupes, pronto estaremos a salvo, la piedra está cada vez más cerca- dijo entre susurros mientras se acariciaba el vientre.

Salió del interior del tronco y continuó corriendo en dirección sur, hacia su salvación. No sabría decir con exactitud cuánto tiempo estuvo corriendo. Hacía rato que no oía a sus perseguidores. Tampoco oía los aullidos de los lobos ni ulular a  los búhos. Tan solo su respiración entrecortada y el frenesí con el que palpitaba su corazón.

Un rato después, llegó a un claro en el que una intensa luz la cegó durante unos momentos, hasta que sus ojos se acostumbraron a la claridad. Cuando esto sucedió Dalia pudo ver ante sí una roca de gran tamaño, en el centro del claro. A su alrededor crecían flores de todos los tamaños y colores. En otras circunstancias se habría quedado a admirarlas como tantas veces había hecho de niña, pero ahora tenía que apresurarse.


Se acercó a la piedra y la tocó. Un suave calambre recorrió todo su cuerpo y una luz muchísimo más fuerte que la actual, emanó de la piedra y la rodeó. Al instante cayó en un sueño profundo en el que no faltó Záris ni su padre. También en él vio a su madre, la primera vez que fue capaz de imaginarla. Pero esa visión le encantó en lo más profundo de su subconsciente.

Pasaron horas y horas hasta que al fin aterrizó entre una fina capa de nieve. A penas tenía un hilo de conciencia, pero eso le bastó para entreabrir un poco los ojos y ver unas suaves manos blancas que le buscaban el pulso y le acariciaban la frente. Después todo se volvió negro.

1 comentario:

  1. El capitulo esta muy bien, espero que subas los demas.

    PD: Ya que desde aquí no puedo publicar nada, ya creo y te paso un blog nuevo para mis historias.

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