Cuando nuestra autoestima empieza a decaer nos sentimos
tristes, sin ganas de nada. No somos capaces de valorar nuestras capacidades ni
nuestras virtudes. Nuestros defectos salen a la luz y se visten de llamativos
colores para que no nos olvidemos de que
están ahí, persiguiéndonos, sin descanso.
A lo largo de nuestra vida deseamos cosas, extraños deseos
que creemos que nos darán la felicidad
y, hasta que no los conseguimos no paramos. Para conseguir estas cosas
necesitamos lanzarnos, creer en nosotros mismos, tener una autoestima alta. Cuando
esto no es así, no hacemos todo lo que podríamos para conseguirlo. Al no
esforzarnos, no lo logramos y, al no conseguirlo, nuestra autoestima baja.
Entramos entonces en un círculo vicioso del que es muy difícil salir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario